La convicción más generalizada de la actualidad consiste en que vivimos una época nueva, nueva no sólo porque en ella se haya transformado la sociedad, sino también porque la misma sociedad ha ingresado a un nuevo proceso de transformación. Esta continuidad del cambio, de la mutación histórica, de la desaparición de lo viejo y el surgimiento de lo nuevo, es el rasgo dominante de la sociedad moderna, organizada apenas hace dos siglos, pero dotada de tan grande potencialidad innovadora que sus propios logros parecen efímeros ante la realización de otros que se precipitan inconteniblemente.
Entre los inventos mecánicos con que se desató la Revolución Industrial del siglo XVIII y las computadoras que hoy día rigen la producción o resuelven problemas de los viajes interplanetarios, median poco menos de doscientos años. En este lapso, una sociedad tradicional, arcaica y precapitalista se ha transformado en una sociedad moderna, industrializada y en trance de dejar de ser capitalista. Los cambios han sido rápidos, las transformaciones profundas y las mutaciones producida.s han afectado todos los órdenes de la vida social, sin que por ello pueda preverse un estancamiento en las profundas corrientes que impulsan el desarrollo social.
El hábito de vivir entre lo nuevo -nuevos países, nuevos productos, nuevas artes, nuevas ciencias, nuevos sistemas educativos, nuevos medios de transporte, nuevas técnicas, nuevos juegos, nuevas guerras, nuevas políticas, en fin, nuevas maneras de existir- debilita nuestra admiración, nuestro asombro, ante las maravillas que ha descubierto el hombre o ante las cosas que ha creado o que las produce y reproduce a voluntad, siguiendo el ritmo creciente de las necesidades y anhelos de la sociedad. Esta realidad de lo nuevo está inseparablemente unida a los tiempos modernos y ha surgido de la sociedad que se ha formado en ellos.
Cuando se habla de lo moderno, se habla de un concepto meramente cronológico; se olvida que tiene, además, otras significaciones que dependen del contexto en que se sitúa; por ejemplo, no debe confundirse le "época moderna" con una "sociedad moderna", ni con el "proceso de modernización". Son tres conceptos distintos, cuya significación adquiere sentidos muy precisos.
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